John Green - Mil veces hasta siempre

martes, 21 de noviembre de 2017



Título original: Turtles All The Way Down
Traducción: Noemí Sobregués
Año: 2017
Editorial: Nube de tinta
Páginas: 304
Valoración: ★½


Jeffrey Eugenides escribió en Las vírgenes suicidas la que para mí es una de las frases más míticas de la literatura contemporánea y una de las que mejor captan el sentimiento de angustia adolescente. Mientras sutura los cortes que se acaba de hacer en las muñecas, el médico de la pequeña Cecilia asegura que la joven no tiene edad suficiente para saber lo dura que es la vida, a lo que, impasible, la menor de las hermanas Lisbon responde: «Está muy claro, doctor, que usted nunca ha sido una niña de trece años». Ciertamente, la juventud puede estar plagada de pensamientos inquietantes. Algunos de ellos —la mayoría, a decir verdad— atravesarán nuestro cerebro de manera fugaz. Otros, sin embargo, corren el peligro de instalarse en cómodas circunvoluciones, anidando de manera sutil pero imparable hasta hacernos creer que han estado ahí desde siempre. 

Aza, la protagonista de la última novela de John Green, es una chica de instituto que se ve acosada constantemente por este tipo de pensamientos, a los que, de manera muy apropiada, denomina «intrusivos». Aza cree que su cuerpo es un mero recipiente cuyo control le será arrebatado por los millones de microorganismos que se alojan en él. Tiene una herida en el dedo a la que no para de cambiarle el vendaje por si se le infecta. Además, siempre anda navegando por Internet en busca de síntomas que le permitan saber si ha contraído una enfermedad letal. Como cabe imaginar, estar encerrado en la mente de Aza es un suplicio constante. Su trastorno obsesivo compulsivo es un obstáculo que le impide relacionarse de manera sana con los demás y consigo misma, una inmensa fuerza centrífuga que absorbe su identidad hasta el punto de lograr que Aza se plantee la posibilidad de no ser real, sino un personaje de ficción.

Tal y como ocurría en Bajo la misma estrella, John Green vuelve a utilizar la enfermedad de su protagonista como principal foco de atención narrativa. Aunque la trama de Mil veces hasta siempre se fragmenta en una amplia variedad de hilos argumentales (que incluye la búsqueda de un multimillonario desaparecido en extrañas circunstancias), la novela de Green acaba girando una y otra vez en torno a los mismos temas y motivos, entendiéndose como tales los terribles padecimientos de Aza, así como el sentimiento de culpa que la embarga por no poder comportarse de manera «normal» con su madre, con su mejor amiga o con el hijo del magnate desaparecido, al que Aza conoce desde hace tiempo, pero al que le perdió la pista con los años y que ahora despierta en ella un nuevo interés.  

Como es de esperar en una novela de John Green, Mil veces hasta siempre está sembrada de personajes que hablan como si fueran galletitas chinas de la suerte y que viven angustiados por profundos dilemas existenciales, lo que en términos johngreenianos viene a significar la amistad, el amor, la muerte, la incomprensión y la preocupación por el futuro. Todo lo que enamora a sus fans y saca de quicio a sus detractores está felizmente presente entre las páginas de este nuevo libro. La misma artificialidad disfrazada de ingenio, la misma insistencia en hacer de todos y cada uno de los seres que hay sobre la faz de la tierra alguien único, especial e irrepetible, la misma necesidad de trascender a costa de enhebrar generalidades y lugares comunes. 

Green representa de manera fidedigna los procesos mentales que intervienen en una enfermedad de este tipo, pero fracasa estrepitosamente a la hora de engarzarlos en una historia que despierte el interés. Mil veces hasta siempre adolece de una estructura tanto o más repetitiva que los pensamientos de su protagonista, demasiado enfrascada en sí misma como para ser capaz de resolver el misterio que plantea la trama. He perdido la cuenta de las veces que Aza describe sus obsesivos tics como una espiral que se cierra sobre sí misma. La sutileza, al fin y al cabo, nunca ha sido uno de los rasgos característicos de John Green. Sin embargo, sí que he echado en falta la energía emocional que, a pesar de sus irritantes estereotipos, sí poseían otras obras de Green como Bajo la misma estrella. Sin la arrebatadora complicidad y firmeza de carácter que poseían Hazel y Gus, las inquietudes de Aza quedan sepultados bajo el usual manto de autocompasión y victimismo con el que se suelen cubrir los personajes de John Green. Está claro, pues, que el doctor de la familia Lisbon no es el único que desconoce lo que significa ser una niña de trece años.

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